Venezuela vivió el lunes 15 de abril su propia “noche de los cristales rotos”


En 1938 los nazis atacaron sinagogas y comercios en Alemania y Austria. En 2012 bandas antichavistas arremetieron contra sectores populares en Venezuela. ¿Hay punto de comparación? “Las coyunturas son distintas, pero como plan persecución de grupos políticos hay una relación entre ambos hechos”, señala el historiador Omar Salas, profesor del posgrado de la Universidad Simón Rodríguez
Después de las 11:00 pm del domingo 14 de abril, el Consejo Nacional Electoral -con la vocería de su máxima autoridad, Tibisay Lucena- informó que Nicolás Maduro, el abanderado bolivariano, había ganado las elecciones presidenciales por una diferencia de más de 200 mil votos. Minutos después, el rector Vicente Díaz, en una breve intervención, opinó que las auditorías debían ampliarse (cabe destacar que ya se había revisado 54%). El candidato opositor, Henrique Capriles, dijo que no reconocía los resultados de los comicios y exigió contar los votos uno a uno (aunque sabe que el sistema venezolano es automatizado). Maduro, por su parte, hizo un llamado a la paz.
El lunes 15 Capriles convocó a sus seguidoras y a sus seguidores a realizar un cacerolazo a las 8:00 pm, a fin de presionar al ente comicial para -de nuevo- contar los votos. “Descargue toda esa arrechera, descárguela allí” con las ollas, propuso el dirigente opositor. Esa tarde grupos violentos protestaron en Altamira (municipio Chacao), tomaron la autopista Francisco Fajardo, lanzaron piedras y objetos contundentes y quemaron basura. Comenzaron las amenazas contra los Centros de Diagnóstico Integral (CDI) y las y los cooperantes cubanos, sujetos de un odio cuidadosamente alimentado desde el inicio de la Revolución.
El martes 16 de abril, el canciller Elías Jaua reunió a las y los integrantes del cuerpo diplomático acreditado en Venezuela para exponerles los hechos, y comparó lo sucedido horas antes con la “noche de los cristales rotos”. El ministro hacía referencia al triste evento ocurrido en la Alemania y la Austria nazis en los primeros días de noviembre de 1938, cuando centenares de sinagogas fueron atacadas en cuestión de horas y miles de judíos fueron deportados a campos de concentración. El episodio pasó a la historia con ese nombre porque los agresores también rompieron los vidrios de locales comerciales.
¿Cabe el paralelismo entre esa “noche de los cristales rotos” y la violencia generada por grupos antichavistas la noche del 15 de abril (que cobró, hasta la fecha, ocho vidas, de acuerdo con el Ministerio Público)? “Las coyunturas son distintas, pero como plan persecución de grupos políticos hay una relación entre ambos hechos”, señala el historiador Omar Salas, profesor del posgrado de la Universidad Simón Rodríguez.
Para Salas, acontecimientos como los registrados el lunes en la patria de Bolívar forman parte de la política y del proceder de los grupos fascistas a escala mundial. “Esa estrategia de persecución de grupos que luchan por sus ideales ha sido muy frecuente en los últimos 50 o 60 años”, puntualizó. Tal vez uno de los casos más emblemáticos es el de Chile, con el golpe de Estado de Augusto Pinochet contra Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, cuando “hubo una arremetida contra todo lo que el régimen consideraba que no respondía a sus intereses”.

¿UN ESCARMIENTO?

El candidato Capriles, durante su campaña electoral, mantuvo la prédica anticubana de la derecha, pero al mismo tiempo prometió mantener todos los logros de salud de la Revolución Bolivariana, e incluso ofreció darles la nacionalidad a las médicas y a los médicos antillanos. No obstante, las protestas del lunes 15 de abril confirmaron que los centros de salud hechos gracias a la cooperación de Cuba serían los blancos predilectos de la furia antichavista.
“Hay un mensaje muy claro: ese sector quiere dañar los beneficios que, con la Misión Barrio Adentro, de una u otra forma ha conseguido la población”, señala Salas. “Tiene el propósito de destruir lo que se ha construido para los sectores populares; de decirle a la gente ‘lo que ustedes hicieron no sirve’ y de golpear a los sectores populares que apoyan al proceso revolucionario”. El historiador advierte que es una manera de amenazar e intimidar a las comunidades populares.
“Esos hechos del 15 de abril ya estaban planificados”, aseveró, “y de haber ganado Henrique Capriles hubiese sido desastroso. La derecha tiene una idea muy clara, desde el punto de vista sociopolítico y sociocultural, de borrar todo tipo de evidencia de lo que el proceso revolucionario ha obtenido”.
Se trata, sostiene, “de borrar de la historia lo que ha pasado en 14 años y usando la violencia como instrumento. La derecha necesita borrarlo porque es una lección para los sectores populares. Es una forma de decir ‘eso -la Revolución- no puede volver a ocurrir, y si ocurre se usará la violencia como escarmiento”.
Salas acota que el antichavismo mantiene un plan sociocultural a escala mundial, y que de acceder al poder en Venezuela “no solo cambiará las políticas económicas, sino que emprenderá una arremetida como la de Pinochet en Chile para acabar con el movimiento popular”.
Ese es, refiere, el comportamiento de la derecha mundial, y así lo revelan las experiencias en Centroamérica y América del Sur, con un saldo de miles de desaparecidos y asesinados en regímenes abiertamente dictatoriales o disfrazados de democracia.
De acuerdo con el Ministerio Público (MP), producto de la violencia del antichavismo fueron asesinadas ocho personas en los estados Táchira, Zulia, Sucre y Miranda. Una de las víctimas era un adolescente de 12 años de edad, precisó la fiscal general, Luisa Ortega Díaz. “Había un grupo de afectos al chavismo que estaban celebrando el triunfo del presidente Maduro, y el carro embistió contra esta celebración, mató a dos y arrolló a once personas”, describió la servidora pública.
El denominador común de estos crímenes es que los heridos y fallecidos eran simpatizantes o militantes de las filas bolivarianas.
El MP tiene 161 investigaciones abiertas por estos hechos. Hasta el miércoles habían sido presentadas unas 90 personas ante tribunales, por delitos como “incitación al odio, lesiones personales y homicidios”. También hace las pesquisas sobre presuntos planes de desestabilización.

NO ES LA PRIMERA VEZ

El historiador refiere que esta no es la primera vez que los grupos que defienden ideas de izquierda son perseguidos en Venezuela. Por el contrario, recalca, “las organizaciones que proponen un sistema y un estilo de vida diferente del capitalismo liberal han sido perseguidas duramente; eso no lo solo ocurrió en los 40 años del Puntofijismo, sino durante el régimen de Pérez Jiménez” e incluso más atrás, con la dictadura de Juan Vicente Gómez, a comienzos del siglo XX. En los años 60 del siglo XX las bandas armadas del entonces partido de gobierno, Acción Democrática, estaban organizadas “para reprimir cualquier tipo de manifestación de grupos que exigían respeto, igualdad, justicia”. Posteriormente “se suavizó”, y la persecución se hizo selectiva, con masacres como las de Cantaura (1982) y Yumare (1986).
No es la primera vez que se registran en la Revolución Bolivariana hechos como los del 15 de abril de este año. Durante el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 “también salieron grupos previamente organizados a buscar dirigentes políticos bolivarianos”, con el propósito de “tratar de borrar toda idea de transformación que se le pueda ocurrir al pueblo venezolano”.

¿ES FASCISMO?

Salas no duda en afirmar que hechos como los del 15 de abril de este año se corresponden con un comportamiento fascista: “Antes había, por parte de la derecha, persecución selectiva, pero ahora es organizada y con mayor alcance, y no solo contra grupos sino contra la población en general”.
Ese fascismo venezolano, advierte, “ejerce la violencia directa, destruye centros de atención popular, casas de organizaciones políticas como el Partido Socialista Unido de Venezuela”. El asedio se dirige contra “quienes atienden los sectores populares, y ese es un concepto fascista: evitar que los sectores populares se beneficien de la acción del Estado”.
El historiador llama la atención sobre el hecho de que la furia antichavista no se haya volcado contra clínicas privadas ni cadenas comerciales, sino contra los CDI y locales de Mercal. El fascismo, en su opinión, quería “darles una lección a los sectores populares por su ‘atrevimiento’ de haber iniciado un proceso de cambios” con el comandante Hugo Chávez. En ese contexto los medios de comunicación “forman parte de la arremetida, al igual que el liderazgo político de la oposición, que tiene raíces fascistas como Primero Justicia (aliado del Partido Popular de España, heredero del franquismo)”.
Las corporaciones mediáticas insisten en que la revolución venezolana es excluyente, analiza Salas, pero la realidad es que la criolla “siempre ha sido una sociedad dividida históricamente” y ahora, al contrario de lo que dicen los voceros del antichavismo, se está incorporando a los que fueron invisibles.
Obviamente que hay diferencias entre el fascismo de Adolfo Hitler y el del presente. El investigador cita, entre otros rasgos, los avances en el campo de la publicidad y la manipulación, así como el rol de las redes sociales. Todos los medios están confabulados para hacer ver “que el modelo económico exitoso es el del capitalismo liberal, y que los fracasados son los vinculados con el socialismo; que lo moderno es el capitalismo, aunque tiene 500 años, y que lo viejo es el socialismo”, reflexiona. “Eso va ligado con el concepto de que de atentan contra tu propiedad y tu desarrollo como individuo”, y una supuesta noción de bienestar que en los hechos no es tal.
Por eso, destaca, es tan importante que las nuevas generaciones conozcan la historia, “para que sepan lo que hemos vivido con la mayoría de la población excluida y el crecimiento de la pobreza”.
Sobre los hechos del 15 de abril, la fiscal Ortega Díaz precisó que serán las investigaciones las que determinen quién dio la orden de asediar al pueblo bolivariano y a los CDI. “Lo que sí yo te puedo decir es que los voceros, las personas que utilizan los medios de comunicación, y hablo de los medios de comunicación porque es una forma de llegarles a muchas personas, deben ser responsables de los señalamientos que hacen”, aseveró. En otras palabras, “deben ser bien cuidadosos con las expresiones que dicen”, porque la experiencia de Ruanda (donde los medios promovieron la arremetida de un sector de población contra otra) evidencia que las palabras son inocentes, pero no lo es la intención que las acompaña.
Texto/ Vanessa Davies
Foto/ Girman Bracamonte/ Archivo CO/ Cortesía
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