No matarás - ANTONIA MUÑOZ / OPINIÓN

Si algo tenemos claros como revolucionarios, es que desde que comenzamos a gobernar a Venezuela con nuestro amado Presidente Chávez al frente, dos de los grandes problemas que heredamos y encontramos enraizados, fueron la inseguridad y la pobreza. No estamos diciendo nada nuevo, ya que hasta las piedras sabían que para 1998, el problema que más preocupaba a los venezolanos era la inseguridad que acogotaba al país. Sin embargo, el recordatorio es para la oposición irracional que tenemos, ya hablan del problema como si fueran inocentes. Todas las encuestas señalaban que los dos primeros problemas eran inseguridad y desempleo; este último como una expresión de la pobreza.

Tenemos la hipótesis que muchos creímos que la principal causa de la inseguridad era la pobreza; por lo tanto, si se enfrentaba ésta, como de hecho se hizo, indefectiblemente bajaría la primera. Ni los más miserables, obcecados o ciegos políticos podrán negar que la revolución ha disminuido significativamente la pobreza; tanto si se le mide por Necesidades Básicas Insatisfecha (NBI) como si se le mide por ingreso en los hogares. Probablemente fue una sorpresa encontrar que la inseguridad no disminuyera en la misma medida que disminuyeron los niveles de pobreza general y pobreza extrema de la población venezolana. En conclusión, hay otros factores que alimentaban la inseguridad que en 1999 encontramos desatada en Venezuela.
Podríamos preguntarnos ¿Cuándo y durante qué lapso se entronizó la inseguridad o la criminalidad en el país? Qué hechos ocurrieron o se incrementaron en ese lapso que pueden considerarse detonantes? Haciendo un poco de historia, nos permitimos reseñar que vivimos en Caracas hasta junio de 1975. Los últimos 3 años durante 3 noches dictamos clases en la Escuela Técnica del Oeste, ubicada en El Cuartel de Catia y en el liceo Nicolás Copérnico de Caricuao. Una de esas noches, se dictaba la última hora por lo que se salía de esos centros de estudio a eso de las 10:30 pm. Se manejaba hasta Prado de María, el sitio de residencia; y nunca ni siquiera un arrebatón; aunque ya se empezaba a oír el término. Cuando se hace este relato no es para personalizar nada, sino para que una vivencia personal pueda orientar un poco la búsqueda del origen, de la erupción de ese volcán, la incubación e irrupción de ese cáncer social como la criminalidad, que nos avergüenza y preocupa a todos.
Tenemos otra hipótesis que nos atrevemos, muy humildemente, a plantear por si sirve de algo. Pensamos que la bonanza que hubo en el país durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez convirtió a Venezuela en una especie de El Dorado, donde muchas y muchos querían ir a buscar fortuna o mejores condiciones de vida. Con esto ni estamos señalando como responsable al Presidente Pérez, ni queremos ser xenófobos; sólo sugerimos que se busquen los orígenes, las raíces del cáncer de la inseguridad. En estos mismos orígenes hay que seguirle la pista al tráfico y consumo de droga y alcohol. Paulatinamente, en Venezuela se ha ido flexibilizando la permisología para establecer negocios expendedores de bebidas alcohólicas. A veces hasta ubicados peligrosamente en la cercanía de instituciones educativas. En los últimos años se ha institucionalizando la costumbre de consumir aguardiente libremente en las calles al frente de negocios que sólo tienen permiso para vender envases cerrados. Se forman verdaderas tascas al aire libre o a cielo abierto, donde la presencia de menores de edad es evidente. En este último elemento, aparece el papel de la familia y la permisividad en relación a la educación y libertad que le permiten a sus menores hijas e hijos.
No se puede dejar de mencionar el efecto que tiene sobre la violencia han tenido y tienen los contenidos de muchos programas televisivos de diferente corte, catapultada su audiencia por los grandes adelantos tecnológicos que sin duda son un arma de doble filo. En este sentido, llamamos la atención sobre los contenidos en los aparentemente inocentes video juegos. De 10 juegos 7 se trata de comerse o matar al contrincante. En otro orden de ideas, es curioso observar cómo a la llegada de la revolución, todos los cuerpos de seguridad nacionales, estadales y municipales eran numéricamente deficitarios, mal pagados, descuidadamente vestidos y calzados, desmotivados, con bajo nivel de escolaridad, llenos de vicios y amparados por una tenebrosa impunidad. ¿Que la seguridad no se logra a punta de policía? Nadie dijo eso, pero estamos absolutamente seguros que un patrullaje bien planificado que permita a los delincuentes percibir la presencia de funcionarias y funcionarios vigilantes en las calles, es un factor disuasivo en la comisión de los delitos y produce un efecto positivo en la población. Claro, si a esto se le agrega todos los adelantos tecnológicos posibles, el efecto se potencia.
No estaría demás pasearse por la posibilidad que estemos infiltrados de sicarios, cuyo encargo es mantener el nivel de criminalidad. Finalmente, y no por eso lo menos importante, está la formación de nuestras niñas y niños en cuanto al valor y respeto a la vida hasta de un pajarito a quien se le pudiera hacer daño con una china o fonda. Para las familias que somos creyentes, y que por lo tanto agradecemos nuestra vida a Dios, y que creemos que nadie tiene derecho a disponer de ella, qué bueno sería si en el hogar, escuela y Medios buscamos una manera amena y práctica de repasar los Mandamientos de la Ley de Dios. Qué importante sería incorporar a la espiritualidad de nuestra gente, la convicción que matar es abominable a los ojos de Dios y es un delito que las leyes de los hombres deben castigar severamente, sin que medie el dinero, ni los padrinos; sin que triunfe la impunidad. CHÁVEZ VIVE !
San Juan de los Morros, 08 de enero de 2014
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